Despertar de un vacío
y comenzar a fabricar un sueño que dure exactamente,
lo que duran los momentos reales.
Vestirnos como siempre la piel robotizada y cotidiana.
Desayunar problemas con manteca
y tedios muy oscuros con dos gotas de leche.
Besar una mujer.Palmear un perro.
Tomar un portafolios y el paragüas-si acaso está nublado-
y salir como siempre,vendiendo un optimismo imaginario
basado únicamente en la esperanza tonta y aburrida
de un “acaso”, un “tal vez”, un día distinto.
Llegar a una oficina frustradora
donde cada mañana se nos queda entre fichas
un poco más de algún viejo proyecto.
Suponernos Quijotes con vigencia,
embistiendo planillas en lugar de molinos
mientras a treinta cuadras
una mortal y humana Dulcinea con ruleros y bata
vibra en el rito de una aspiradora.
Después , a mediodía,
con una milanesa , una pepsi y un par de huevos fritos,
recuperar cien gramos de entusiasmo.......
....perdiendo ciento veinte una hora después,
al regresar al ámbito del yugo
rumiando una dispepsia derrotada entre cifras y hastío,
cabronadas jerárquicas y mufa.
Reencontrarnos en la calle varias horas más tarde
con el premio-consuelo de un amigo o de varios;
charlar de bueyes perdidos,
recurrir al café con sacarina, polemizar el fútbol,
perder tiempo en bancarse confesiones al bardo.
Luego de un largo rato
campanear el reloj de las tripas que marca un hambre y media
y descolgarse al subte.O subir al “sesenta”.
Empaquetar los grises de otro día que transcurrió sin magia
y bajarse a dos cuadras del alquiler inflado
- justo sobre ese bache que lastima la esquina -
masticando el cansancio de un mecanismo inútil
que no nos convirtió ni en Súperman
ni en ningún otro héroe de historieta.
Entrar de nuevo en casa y revivir la copia gastada de uno mismo.
Y punto.Eso era todo.
Una moneda oscura que rueda todo el día abonando esperanzas.
productos imposibles.
Una vieja moneda donde puede leerse que aquí,
como otras “tantas” veces.....
no ha sucedido nada.
.
Mario Iaquinandi