lunes, 2 de marzo de 2009

El precio

Despertar de un vacío

y comenzar a fabricar un sueño que dure exactamente,

lo que duran los momentos reales.

Vestirnos como siempre la piel robotizada y cotidiana.

Desayunar problemas con manteca

y tedios muy oscuros con dos gotas de leche.

Besar una mujer.Palmear un perro.

Tomar un portafolios y el paragüas-si acaso está nublado-

y salir como siempre,vendiendo un optimismo imaginario

basado únicamente en la esperanza tonta y aburrida

de un “acaso”, un “tal vez”, un día distinto.

Llegar a una oficina frustradora

donde cada mañana se nos queda entre fichas

un poco más de algún viejo proyecto.

Suponernos Quijotes con vigencia,

embistiendo planillas en lugar de molinos

mientras a treinta cuadras

una mortal y humana Dulcinea con ruleros y bata

vibra en el rito de una aspiradora.

Después , a mediodía,

con una milanesa , una pepsi y un par de huevos fritos,

recuperar cien gramos de entusiasmo.......

....perdiendo ciento veinte una hora después,

al regresar al ámbito del yugo

rumiando una dispepsia derrotada entre cifras y hastío,

cabronadas jerárquicas y mufa.

Reencontrarnos en la calle varias horas más tarde

con el premio-consuelo de un amigo o de varios;

charlar de bueyes perdidos,

recurrir al café con sacarina, polemizar el fútbol,

perder tiempo en bancarse confesiones al bardo.

Luego de un largo rato

campanear el reloj de las tripas que marca un hambre y media

y descolgarse al subte.O subir al “sesenta”.

Empaquetar los grises de otro día que transcurrió sin magia

y bajarse a dos cuadras del alquiler inflado

- justo sobre ese bache que lastima la esquina -

masticando el cansancio de un mecanismo inútil

que no nos convirtió ni en Súperman

ni en ningún otro héroe de historieta.

Entrar de nuevo en casa y revivir la copia gastada de uno mismo.

Y punto.Eso era todo.

Una moneda oscura que rueda todo el día abonando esperanzas.

productos imposibles.

Una vieja moneda donde puede leerse que aquí,

como otras “tantas” veces.....

no ha sucedido nada.

.

Mario Iaquinandi

No hay comentarios: