Ahogada ahí, al borde de los siglos
siempre está esa niña abandonada,
aquélla a la que le robaron la muñeca,
la que no pudo elegir el juego y la canción
porque una guerra atroz se avecinaba,
porque el regazo de la madre
se hizo sueño,
simple sueño de despertar llorando;
o el padre que se fue,
que le quitaron,
y no hay puerta que se abra
aunque golpee…
o se quede esperando
sentada en su sillita
que alguien abra esa puerta
crecida como siglos,
la puerta del crimen y la ofensa,
la puerta de la sangre y de la muerte,
la puerta del vejamen y los golpes,
de los gritos, del insulto y la pelea,
de la ciega bofetada y el escarnio…
tan huérfano como ella.
-
Nidia Burgos
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