Y entonces, digo yo,
para qué recostarme en las sombras de un montón de palabras
que distribuyo entre el vino y los amigos,
si tengo la sonrisa cansada y sola
y me duele mi alma de violín,
arrugada entre las fusas noctámbulas del fueye ?
Para qué, digo yo,
esta manera de llamarme Osvaldo
como una identidad tardía que me identificara
con el eco de un espejo que ya no refleja nada más que mi cara ?
Tal vez, quién sabe,
me haya convertido sin notarlo
en un poco de fiebre que se olvidó la noche
sobre un mantel de recuerdos y ausencias.
Capaz, nomás.
De alguna forma, sin embargo, debo haberme empapado de mí
( calado hasta los huesos , digo )
Porque si no,
a qué diablos esta disciplina de engañarme los sentidos y el miedo
con la costura ansiosa de remendar buracos imposibles de piel
( porque la piel se apolilló en el tiempo de un plural que se fue al muere ).
Y bueno, bah!
Después de todo,
vengo de ser algo así como un cacho de religión nublada,
con el sol de rodillas, acribillado en la garúa del whisky.
Y no sé, qué se yo, si estoy de vuelta
o me quedé amurado y de apoliyo,
Porque.... viste qué joda con los sueños con olor a memoria ?
Te suben por la piel como una hormiga,
una hormiga ciruja que escarba en el tacho de tu vida pasada
para alzarse con los desperdicios
de algo que no pasó al frente cuando tuvo que ser
y te voltean las ganas, hermano. Te envenenan.
Y los ratones te entran a caminar tupido.
Y entonces, digo yo, me pongo un trapo ,
me fajo dos silencios y una bronca y salgo a no pensar...
...Si es que hay esquinas de piedad en la noche y para mí.
.
Mario Iaquinandi
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