lunes, 28 de enero de 2008

Autorretrato

Porque no sé si estoy o me he marchado,

( tanto dolor a veces me confunde )

y no me encuentro ya en los mediodías

ni en los cristales de ninguna lluvia.

Porque salgo a mirar si me he perdido

( son tantas calles, tanta noche y tanto !...)

y a veces no me veo en los espejos

que repiten fantasmas de mí mismo.

Llevo conmigo el corazón del hombre

que sabe de su tiempo y su distancia

y una sombra interior que me descubre

cada paso que doy o que me quedo.

Creo en un Dios de barba sensiblera

que me desordena las intenciones,

tocándome las ganas con su magia,

para que me desnude en los papeles.

Creo en una mujer, que no es mi madre,

pero que me devolvió la vida en un minuto,

prestándome sus duendes, su sonrisa,

su pedazo de sol y su mañana.

Y en nada más, porque no estoy a tono

con la formalidad ni la belleza.

Jamás sabré los cómo ni los cuándo.

Huyo de los: “ tal vez “, como del fuego.

Pero me espera siempre en cada esquina

la certidumbre de nacer de vuelta.

Soy ese idiota que no espera nunca

la palabra final de los mensajes

y sin embargo escribe en las paredes

con un lápiz rebelde y sublevado.

Hago remiendos con mi pensamiento

para amparar lo poco que me queda :

dos ilusiones viejas, un presagio,

seis recuerdos gastados y una duda.

Mi porvenir se dice con silencios.

Mi pasado es un grito. Y mi presente…,

una forma de estar que me ha quedado

colgada en el umbral de las costumbres.

Tengo este miedo de morir del todo

que no me deja respirar a gusto.

Miedo a morir en los demás y en algo

que se quede trunco, sin cumplirse.

Fatigo los rincones de la ausencia

con ojos de mirar las despedidas,

y hace una cruz mi soledad con todo

lo que se vuelve luz y pasatiempo.

Tengo el porqué de los que no se entregan

aunque los hayan derrotado mucho.

La canción de la bronca a flor de labios.

La idea, amartillada desde siempre.

Como no sé trepar del gris al blanco,

camino sin color,… pero camino .

Dejo la piel en cada vuelta de hoja.

Subo hasta mí. Desciendo hasta el infierno.

Reniego del idioma facilista,

del gesto sin razón y del mediocre.

Del convencionalismo adocenado

que huele a mercader y a hipocresía.

Hago con toda la esperanza rota

dos muñecos de sal y una bandera

y una promesa que no vale mucho,

porque no queda bien con tanto esfuerzo.

Salgo a enfrentar la vida. Nunca miento.

No sé disimular ni arrepentirme.

Me enjuicio. Me condeno. Me ejecuto.

No me devuelvo nada. Soy… de veras.

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